Es curioso que, todavía a día de hoy, el cine de animación se siga asimilando, al menos por parte de la mayoría, como cine para niños. Claro que los “dibujos” han sido un género mayoritariamente infantil, pero eso no significa que a través de este estilo de contar historias no haya crecido con el paso del tiempo. Hay películas de animación ya en los años 50 y 60 que desde luego no eran para un público infantil. Incluso las películas actuales de Pixar tienen ese punto adulto que las hace disfrutables para todas las audiencias. De hecho, gracias a Up y a Toy Story 3, Pixar puede presumir de haber sido una de las pocas en lograr que sus filmes sean nominados a Mejor Película en los Oscar. La otra excepción fue La Bella y la Bestia, en 1991, una de las cumbres de la factoría Disney.
Tal vez la televisión hizo mucho más por fomentar la animación para adultos que el propio cine, aunque tampoco faltan ejemplos en la gran pantalla. En la estela de Los Simpsons, Padre de Familia o Bojack Horseman, en el cine hemos podido ver comedias como La Fiesta de las Salchichas, o las propias películas de South Park. Shrek, el anticuento Disney creado por Dreamworks, también es una película tremendamente interesante, y para nada infantil. Y si nos vamos al anime, los ejemplos ya abundan hasta decir basta. Desde la mítica Akira a Ghost in the Shell, el cine japonés de animación siempre ha sabido surtir de proyectos interesantísimos a las audiencias adultas. Si bien el mayor exponente de este cine ha sido el Studio Ghibli, cuyas películas se tornan más infantiles, tampoco podemos dejar atrás a genios como Isao Takahata, Makoto Shinkai o Satoshi Kon. Este último, que murió en 2010 cuando apenas tenía 48 años, fue uno de los grandes revolucionarios del cine de animación japonés con sus películas. Todo el mundo ha oído hablar de Paprika, seguramente su película más popular, que influyó de manera decisiva a Christopher Nolan a la hora de crear Origen. Pero antes de aquel thriller onírico, Kon debutó con una película que dejó a todos con la boca abierta: Perfect Blue.
Un filme de Satoshi Kon
El director Satoshi Kon se había formado previamente en varios estudios japoneses de animación, participando en series de anime populares. A principios de los 90, además de diseñar, también comenzó a guionizar algunas historias. Sin embargo, parecía que el manga se le quedaba corto. Por eso, en 1997, decidió dar el salto a la dirección con Perfect Blue. La película fue aclamada por la crítica desde el primer momento y se convirtió en un pequeño fenómeno en todo el mundo. Ganó el Festival de Sitges y permitió a Kon dedicarse por completo al cine de animación desde ese momento. Así es como dirigió posteriormente películas tan interesantes como Paprika o Tokyo Godfathers, así como la serie Agent Paranoia, siempre desde su productora Madhouse.
La fama, a cualquier precio
Perfect Blue ha sido alabada sobre todo por su estilo visual, potente y espectacular, a medio camino entre la realidad cruda y lo onírico. Sin embargo, lo cierto es que la historia de la película tiene también una gran complejidad, convirtiéndose en uno de los puntos fuertes del filme. El guión es de Sadayuki Murai, basándose en el manga homónimo creado por Yosikazhu Takeuchi. La película nos narra la historia de Mima Kirigoe, una de las grandes idols japonesas, que cuenta con una gran popularidad gracias a pertenecer al trio CHAM. Mima es una de las chicas más deseadas de todo Japón, pero poco a poco, esa popularidad se va evaporando. Tanto que incluso el manager de la banda decide excluirla del proyecto, y reconvertir su carrera a la actuación.
El cambio no sale como se había esperado, y Mima siente que sus fans dejan de apoyarla en su nueva carrera. Empieza a recibir cartas llamándola traidora, e incluso da con un portal de Internet donde un fan sube fotografías privadas, que parecen tomadas desde enfrente de su propio apartamento. Es entonces cuando empieza la vorágine de locura y pesadilla para la joven, que se siente observada en todo momento. Buscando la aprobación del público, Mima decide acabar con su imagen angelical protagonizando una escena de alto contenido sexual para su serie. Esto supone un punto de inflexión para su vida, ya que comenzará a sentirse cada vez más ansiosa y desesperada, hasta el punto de crear un alter ego, Mima-idol, a la que ve en diferentes alucinaciones. A partir de entonces, Mima tiene problemas para diferenciar lo que es real de lo que es solo fantasía.
Mima Kirigoe, prostituyéndose en busca del éxito
La película es una crítica muy dura sobre el mundo de las idols japonesas, chicas que están constantemente sometidas a una presión brutal por parte del público para ser perfectas. Es algo que hoy por hoy seguimos viendo no solo en Japón, sino también en países como Corea del Sur, que ha aprendido a exportar su música y sus grupos de K-pop. El personaje de Mima se siente fuera de lugar toda vez que ha perdido su puesto como cantante. Se le impide ser alguna otra cosa que no fuera esa chica angelical que salía al escenario con CHAM. Cada decisión es cuestionada, y la presión sobre su propia vida privada no hace más que crecer y crecer. Es entonces cuando la estabilidad mental de Mima salta por los aires, llegando incluso a prostituirse para conseguir ciertos papeles, al pensar que es lo necesario para triunfar.
El personaje de Mima y el de su alter ego, Mima-Idol, han sido estudiados a fondo por los críticos desde el estreno de la película. Kon supo vertebrar todo lo que aparecía en el manga original de Perfect Blue para darle una dimensión espectacular a su protagonista. Una chica desesperada por el éxito, por agradar a los demás, pero con un miedo atroz también a esos fans que parecen perseguirla por estar obsesionados con ella. La historia se convierte en un oscuro thriller en el que nada es lo que parece, y en el que todo puede ocurrir. El director juega muy bien con esas expectativas y hace que el espectador quiera adivinar lo que va a pasar… aunque no lo consiga.
La influencia de Perfect Blue
A día de hoy, Perfect Blue es considerada como una de las mejores películas de animación de la historia. Por su guión y su trama compleja, por la maravillosa puesta en escena de Satoshi Kon, por su estructura, sus planos y personajes… La película ganó el Festival de Sitges, el más importante dentro del género fantástico y de terror, en 1997. Recibió críticas muy positivas tanto en Japón como en el resto del mundo, y también sirvió de inspiración a muchos directores. Entre ellos, el norteamericano Darren Aronosky, que sacó ideas de la película para sus filmes Réquiem por un Sueño y Cisne Negro. Esta última película, protagonizada por Mila Kunis y Natalie Portman, cuenta con una historia muy similar a la de Perfect Blue. De hecho, hay secuencias enteras que son calcadas a la del filme de Kon.